Comarca de Gordón

[Villarín]

A los sabihondos tertulianos de los medios de comunicación, que saben todo de nada. España ganaría mucho si gran parte de la gente que habla se callara.

SE VENDEN PALABRAS

Estimo...
Considero...
Según creo...
Mi punto de vista es...
Abunda en el mismo criterio...
Le siguen, entre otros...
Es preferible...
Nótese...
Obsérvese...
Adviértase...
Repárese...

¿Jugar con las palabras?
¿Dialéctica erística?
Se venden palabras.
Sólo se venden palabras.
¿Y lo meollar?

Mas yo sé que...
Hoy todo el mundo puede opinar,
Y además está contento y orgulloso de hacerlo.

Sé, confieso mi ignorancia.

Villarín

[Seishin]

Amigo Villarín, has dado en el clavo. Y eso que ya lo decía Tomás de Iriarte, allá por la segunda mitad del siglo XVIII:

"....
Si el sabio no aprueba, malo;
si el necio aplaude, peor."


Nos vemos.
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[Villarín]

Filatería política: Se siguen vendiendo palabras…

Anteayer por la tarde, una amiga me pidió que la acompañara a un mitin político, aduciendo que ella nunca había asistido a uno de esos actos públicos, con ocasión de las elecciones de turno, y le gustaría ver el ambiente. Al principio, cuando me lo propuso, me resistí, invocando que me da ahitera ir a un mitin de autoexaltación, de volteo de campanas, de fuegos artificiales, y a escuchar tanto doctrino engolado como pulula por los partidos, sin ninguna otra aspiración que no sea buscar un empleo público, que llaman cargo. Añadí, que no me gustan los lugares comunes y que en esas reuniones hechas para convencidos, sólo se venden palabras para incondicionales y palabras viscerales, que no alcanzan el corazón de las cosas y, también le dije que no me va la banalidad de los parloteos afiebrados, de escaso valor nutritivo, de esos mítines, pero sin hacerme caso, mi amiga insistió en acudir, y al cabo fuimos. Ella me replicaba, en su justificación para convencerme, que no esperaba ningún discurso industrioso y sesudo, que se conformaba con que un pensamiento fuere detrás de otro, con orden, con armonía discursiva, sin confusa mezcolanza, en busca de un destino nuevo, de un anticipo o germen, de algo con verdadero interés, a ser posible general. A la réplica, dupliqué que en tales actos los oradores se olvidan de las palabras sustantivas, de aquellas palabras que intentan hacer del mundo un lugar mejor, en diálogo con personas libres y responsables. De nada me sirvió el alegato.

En la hora del mitin, todo fue como advertí, pues, la barba por algo ya me platea; nos sirvieron un discurso torvo encaminado a la descalificación del adversario, a desencadenar la ira, y a movilizar a los adeptos del partido. Nada nuevo, bajo el sol político, pero abultada torpeza, que me inspira absoluta desconfianza. Todo suena a desértica caducidad en esos mítines masivamente habitados por cargos agradecidos de pingüe sinecura, que hablan de sí mismo con disimulado fulgor, buscando el admirado aplauso del curvado militante sandio. ¡Pobrecitos invidentes! Ya basta de esto. Las miras deben ser más amplias, ir más lejos. ¡Fuera la retórica superficial, de valor dudoso! ¡Fuera los discursos ditirámbicos y peyorativos! No quiero padecer…

Mi buena amiga, de naturaleza selecta, aún hoy sigue convaleciente de la indigestión mitinera; pero, por fortuna, tengo la esperanza de que pronto le pase la afección, porque todo pasa, como decía el viejo Heráclito. Haré, por salvarla de la decepción, lo que sea necesario… Incluso, virtuosamente ir a votar en las próximas elecciones… si no me engaño. Es algo curioso. Empero, me gusta el sabor democrático que construye el porvenir.

Mis deseos más cordiales,

Villarín